.Uno tiene que mantenerse borracho de escritura para que la realidad no lo destruya.

(Ray Bradbury)

lunes, 18 de julio de 2016

~ Y Niemand dejaba de ser «nadie»

«Cada día entiendo menos al mundo. Y cada vez me importa menos». Y allí estaba el Bukowski particular de Eleuteria Niemand, mirándola soltar barbaridades, a destiempo y deshora como en la mayor parte de las veces. Mientras, el Never Never de Korn se sumaba a un ambiente tan crudo como trasparente.

Lo que más le gustaba de él era su omnipresencia. «A veces creo que puedo hablar contigo sin hablarte, escuchándote sabiendo cada una de las palabras que utilizarías». Y era verdad. Daba igual la hora del día que fuera, dios. Podían ser las cuatro de la mañana que si les daba por enzarzarse, se enzarzaban. Como la novia que se despierta juerguista en mitad de la noche, como el adolescente que se despierta borracho al baño antes de que la resaca aflore, como la conversación que unía a esta peculiar suma de almas destinadas a encontrarse y enfrentarse.

Pero el precio de todo eso había sido caro. Y Niemand lo sabía. Y no estaba dispuesta a hacer de la distancia y la espera regalos nuevos para nadie. «Ya sabes, never never». Y daba un trago. Y su conversación era como el calimotxo. Nunca se les agotaba.

La próxima cita, la tenían entre los grafos del cercanías de cerca del río. Niemand se sentía emocionada, era lo más real que viviría en mucho tiempo. Never never.

Lo que más apreciaba de él era todo lo que había conseguido arrancarle. No necesitaba nada, sólo la crudeza de su Bukowski –y quizá algún litro de algo-. Y Niemand dejaba de ser nadie.

Y ya estaba todo hecho. Después de casi seis años, alguno sin mediar palabra, muchos sentimientos raros, todo afianzado y muchos escalones destrozados a su paso. 



Y aún así, no estoy dispuesta a seguir su ejemplo.

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