.Uno tiene que mantenerse borracho de escritura para que la realidad no lo destruya.

(Ray Bradbury)

martes, 12 de noviembre de 2013

Buenas noches.

De tanto rechazarme las manos, acabaste por cortármelas. Yo, sumisa de las letras, me despeñé en un lodazal paralelo e incomunicado al tuyo, con la misma intención paliativa que me persigue desde chica mofándose de mí. En realidad no me supuso ningún problema, porque siempre quise ayudarte o ser algo, que ni siquiera alguien, para ti. Pero el problema eras tú y no yo. Quizá no fuera así. Quizá el problema fui yo, por intentar, banalmente, conocerte, acompañarte, o vete tú a saber qué coño quería ser que merecieras tú. Quizá el problema fuera yo, por dejar que me minaras la moral, la autoestima, las ganas de centrarme en mi vida. Quizá el problema fuera yo, por dejarme de lado a mí misma. Quizá el problema fuera yo, por quererte a ti de sobremanera. En realidad, no me supuso ningún problema porque siempre quise ayudarte o ser algo, que ni siquiera alguien, para ti. Y entonces, yo, en un efusivo intento por echarme por tierra y abandonarme, intenté prorrumpir y estrecharte con los brazos cruentos y la mente enajenada, como si mereciera(s) la pena. Y quizá, y sólo quizá, y entre quizases me asfixié y, sin manos, me dio por escribir con el corazón, mefítico, viciado, seco.

Y sólo son quizases, porque sí, el problema siempre fuiste tú.

Y, sin embargo, nos encanta agonizar un poco más.

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